13 de junio de 2010

La experiencia poética de la mano de Girri

Vuelvo al CdP y remito al lector a esta entrada de Fauna Abisal para más datos sobre este libro: 

Por lo general, recelo y desconfío de lo que unos fantasmales y generalmente anónimos seres escriben en las solapas y contratapas de los libros. Casi nunca dichos paratextos van firmados y luego uno descubre que lo que se dice en la contratapa de una menguada edición de los Artículos de costumbres de Larra es, en realidad, lo que opinaba de él Sarmiento en uno de sus Viajes..., y así por el estilo. 
La contratapa de este libro (al que volveré infinidad de veces aquí) tampoco está firmada y no sé realmente quién pudo haberla escrito, pero dice algo que se aplica perfectamente lo que quiero hacer aquí y por eso lo cito: 
Rigor y pasión son asimismo los rasgos que caracterizan las reflexiones sobre el quehacer poético (...), una serie de pensamientos surgidos en medio de lecturas de otros poetas, de textos críticos, del propio poetizar.
Exacto, podría agregar. 
En la primera hoja del libro hay una anotación en lápiz que realicé hace dos años [en 1999] y que también quiero rescatar aquí porque creo que lo que dice allí recién ahora se hará realidad: 
He leído este libro por lo menos dos veces, a juzgar por los diversos colores con que ha sido subrayado. He transcripto párrafos y sentencias enteras, pero siempre dándome cuenta de que lo hacía para el futuro, para un futuro que aún no sabía cuál era, pero que me permitiría al fin comprender todo ese «palabrerío». Ese futuro ha llegado, creo: estoy a punto de comenzar el tercer año de mi carrera y en el último cuatrimestre cursé una materia (Teoría Literaria I) donde no se hizo otra cosa más que hablar, discutir, leer y desmigajar a la poesía, al poeta, al poema. Por ello, la lectura actual de este libro será la más significativa porque será como si nunca lo hubiera leído, tan nueva me acerco a él, tan fresca quiero volcarme en él, para, al fin, poder comenzarlo a entender.
En primer lugar, esa lectura nueva y fresca y comprensiva finalmente no pudo realizarse en su totalidad, si bien dejó un reguero de notas y cuestiones interesantes. Por otra parte, es un libro de fácil lectura pero de díficil asimilación, acaso por la brevedad, por lo aforístico, lo riguroso y pasional de sus comentarios y observaciones. Hablaba esa nota de Teoría Literaria I y recién pensaba que este cuaderno, paradójicamente, va a terminar pareciéndose a los apuntes de esa materia, en la que el profesor Cowes nos dictaba los poemas y nos regalaba luego su parecer, su opinión, sus análisis. 
Siempre temí que la facultad destruyera mi gusto por la poesía junto con mi capacidad para producirla, pero al conocer al profesor Cowes todos mis temores fueron acallados porque allí mi poesía fue llamada por primera vez poesía y mis poemas eran poemas porque él los ponía en un pie de igualdad (!) con los de Salinas y Juan Ramón Jiménez al mezclar sus hojas con las mías, con esas hojitas que yo trémulamente le había alcanzado para ver «qué le parecían». Y resultó que le parecieron claramente emparentados con la generación del 27, cosa en la que yo ni siquiera había reparado, y allí también fui llamada por primera vez «una poetisa argentina» y no una simple compañera de curso. 
Entonces, vaya este cuaderno también como un homenaje, un homenaje a un verdadero fanático (además de una eminencia) de la poesía por sobre todas las cosas. 
Habría que aclarar, aunque ya parece ocioso, que este cuaderno estará lleno de digresiones y excesos puesto que eso es lo mejor que tiene la literatura: uno empieza, digamos, por acá, pero no tiene ni idea ni sabe siquiera si va a terminar por allá o por acullá. 
Dicho lo cual, vuelvo a Girri que de él es de quien se trata ahora. 


En Notas sobre la experiencia poética, el libro al que me estaba refiriendo antes de desviarme hacia el profesor Cowes, Girri sostiene algo que creo fundamental para entender tanto su propio libro como lo que quiero hacer en este cuaderno:
No parece excesivo entender que cuanto un hacedor de poemas escribe lateralmente acerca de su oficio, estética, actitudes de la poesía ante la realidad con que opera, concepciones de otros creadores, etc., debe juzgarse a la luz y en relación con puntos de vista privativos de aquél, directa o implícitamente ejemplificados por su obra.
Aunque termine oscureciendo, prefiero aclarar: este cuaderno contendrá, entonces, entre otras cosas, mis puntos de vista sobre la poesía y todos aquellos que coincidentes u opuestos con los míos tengan o hayan tenido alguna utilidad manifiesta para mí y para mi obra, pero no pretendo, de ningún modo, que esto sea la Verdad Revelada... 
Sin embargo, colijo que se pueden sacar muchas buenas enseñanzas, y en particular de los fragmentos de Girri que siguen: 

No todos los versos son poesía y la división clásica es: escritos artísticos y escritos comunes. A la menor provocación, la prosa puede caer en la rima. Lo que designaríamos como prosa suele tener ritmos, aliteraciones, repeticiones, polifonía y cuanto pasa por ser exclusivo de la poesía. [Nota de 1999: cfr. con la definición de lo propiamente lírico en Reisz de Rivarola y se verá que lo lírico no reside en el verso, ni siquiera en la rima como tales sino en la trans-gre-sión.]

El espíritu de la letra; la letra a manera de dato que servirá para que el lector se golpee la frente: '¿cómo no me había dado cuenta antes de que eso era así, tal cual lo estoy leyendo, literalmente?' [Nota de 1999: Cortázar me ha regalado tanto de esto, y Henry Miller y Roberto Arlt... Y el propio Baudelaire, agregaría hoy, como luego se verá.]

Poemas como aforismos. La prueba de su eficacia consistiría en que ocuparían más lugar en la memoria que en la página. [Nota, sin fecha: ¿Y acaso no vale más perdurar en la memoria que en la página?]

Uno no debe guiarse sólo por las exigencias de lo que está haciendo; lo que necesita ser escrito. Por lo demás, es probable que el poema resulte siempre superior a lo que se diga sobre él.

Y se aprende a ser constante (constante, no rutinario), a saber cada vez menos por qué se hace lo que se hace, y a acentuar la convicción de que no se puede hacer sino lo que se hace.

Notas sobre la experiencia poética, 1983. 

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